jueves, 6 de septiembre de 2007

Segunda lecciòn de Caza

Te he impulsado a matar con la intenciòn
que aprendas la lecciòn
de que ya has dejado de ser humana.
Hiedra inmortal entre flores mundanas,
que huye de la mañana
porque no desea su redenciòn.
Oye bien mi pequeña rosa oscura
la verdad cruel y dura,
es que para vivir hay que cazar;
mas no siempre es necesario matar
para poder calmar
el hambre de la bestia y su locura.
Podràs cerrar las heridas abiertas
que con tus colmillos hayas causado
si tienes el cuidado
de no vaciar al mortal y lamerlas.
Y no te arrepientas si le has drenado
ni intentes con tu sangre reponerla
pues si empieza a beberla,
lo que se despierta es un alma no muerta.

Primera lecciòn de caza

Ya has fijado tus ojos en la presa,
quien te ve con sorpresa,
llegar hasta su lado, encantadora;
brillante sonrisa de cazadora,
mirada pecadora,
y sin embargo eso no le interesa.
Pues no es màs que un cordero enceguecido
que ansioso te ha seguido,
incluso por las calles màs oscuras;
sin saber que le llevas con premura
a una muerte segura,
donde su lascivia le ha conducido.
Deseas acabar con la molestia
lanzàndote directo a su garganta
mas el hambre en ti es tanta
que acabas drenàndole sin medida.
Y cuando ves lo que has hecho te espantas,
porque este es el precio de tu no-vida,
saciar al homicida,
cuyo impulso te despierta la bestia.
¿En què me has convertido, mi señor?,
¿un monstruo aterrador?
¿o acaso un espectro hambriento de vida?,
que anda en la noche cual niña perdida,
con el alma podrida,
y que es incapaz de sentir amor.
¿Con què derecho has marcado mi sino?,
mi adorado asesino,
que no hago màs que pensar sòlo en vos
para olvidarme del crimen atroz
al que me instò tu voz;
por medio de un susurro sibilino.
Quiero poder explicarme el placer
que siento al llenar de sangre mi boca.
Beberla me provoca
sensaciones que son tan inefables.
Que estoy segura de volverme loca,
pues no concibo una excusa aceptable,
para el placer culpable
que a partir de ahora he de padecer.

El despertar del vampiro

El crepùsculo me espanta el sopor,
junto con el terror,
que me causa la odiada luz del dìa.
Que es a la vez tentaciòn y agonìa,
prohibida ambrosìa,
servida en un càliz abrasador.

Anoche te he dado la bienvenida;
mi abrazo era homicida,
y fue nuestra danza la iniciaciòn
que en un òsculo fatal de pasiòn,
te dio la maldiciòn,
de vivir por siempre una muerte en vida.

No tengas miedo de què va a pasar,
yo serè tu mentor y voy a mostrarte
còmo has de alimentarte
de la victima que hayas escogido.

Pues sòlo tu su sangre podrà saciarte
del hambre horrible que en vos ha nacido
y aguza tus sentidos,
cuando llega la hora de ir a cazar.

jueves, 16 de agosto de 2007

Cazador Nocturno

Puedo oler tu perfume en este viento,
soy un cazador hambriento,
y en mis ojos, rojo el fuego destella;
voy a por ti, devorando cada huella,
ràpido cual centella,
sin sentir el menor remordimiento.
Corres sin aliento por la espesura,
yo atrapo tu cintura
y te veo suspirar de emociòn.
¡Mujer, voy a devorarte el corazòn!,
drenando su pasiòn,
mediante un beso de plena locura.
Esto parece ser solo un error;
no encuentro lògica en estos hechos.
Porque ansìo tu lecho,
y allì, desprenderte de toda ropa.
Llenar mi boca con miel de tus pechos,
poner mi simiente maldita en tu copa,
prenderte cual estopa,
y toda la noche hacerte el amor.

lunes, 13 de agosto de 2007

Ecos perversos 11º poema "Ecos perversos"



No puede la simple moral,
juzgar la suprema existencia;
que no se cuestiona a sí misma,
y que no necesita conciencia.

En esa bendita ignorancia,
en la gloria del Edén,
Él les privó de sentidos
y sentimientos también.

Los primeros no dejaban,
en el hombre una impresión.
Los segundos no amarraban
su emoción a la razón.

El fruto que recibieron,
de la hueste angelical,
era de libre albedrío
y conciencia sensorial.

Y su fuego quemó sus mantos
de sagrada inmunidad,
y los sacaron de esa mortaja
a vivir en la realidad.

Como un virus contagioso,
que los ángeles poseían;
a todo lo que tocaban,
sentimientos infundían.

¿Cómo puede el hombre saber,
cuál ser fue el más egoísta;
si el que lo quiso hacer como Él
o el que buscó su dicha altruista?

Si el primero no puede juzgarse,
por ser la suprema existencia,
y el segundo que actuó obedeciendo
cayó en la desobediencia.

Tan sencillo es preguntar
y tan complejo es responder,
pues del hijo es el dudar
y del padre es el saber.

En el Cielo como en la Tierra
se ve lo que se quiere ver,
y asustadas almas creen
en quien no esperan vencer.

El dogma de toda la historia,
que es escrita por vencedores,
es ser tomada por cierta
por conformes perdedores.

Es erróneo el suponer
que es perfecto lo infinito,
pues si digo que nada le falta
a acabado lo limito.

Existe sin un comienzo
y existe sin un final,
de Él ha surgido el bien
y de Él ha surgido el mal.

Y esa divina herencia,
que llamamos voluntad,
se infectó de la conciencia,
y se enfermó de la moral.

¡Qué ironía de la verdad!,
¡qué principio de la certeza!
para ver la felicidad
hay que sentir la tristeza.

Cimiento del equilibrio,
simiente del bien y el mal;
si miento veo que existo,
si miente sé que es real.

Despiertos del ideal,
de pensarse hijos de Dios,
escaparon del espejo
guiados por su intuición.

Y es por esa cualidad,
que escapa a toda ilusión,
que aunque nieguen estos versos
sabrán que tienen razón.

Porque este es un eco perverso,
de aquella olvidada verdad,
de quienes nos dieron lo bueno
y se les pagó con maldad.

Pues en eso consistía
la semilla de Su castigo,
que a nuestros amados guardianes
los haríamos enemigos.

Bendecido y condenado
a ser dueño de su destino;
mas sin saber dominarlo,
marchó el hombre en su camino.

Perversa era Su venganza
y siniestra era Su intención,
ya que a aprendiz y maestro
les maldijo cada lección.

Y por mucho que intentaron,
no pudieron evitar,
que el alumno y el maestro
se dejaran de alternar.

El Ángel le entregó al Hombre
el agua de la verdad;
mas éste bebió demasiado
y tuvo sed de falsedad.

El Ángel le mostró entonces
el espejo de la humildad;
pero el Hombre se vio deslumbrado
y se cegó de la vanidad.

Mas el Ángel lo entrenó,
en esfuerzo y fortaleza;
pero el Hombre se aburrió
y se acomodó con la pereza.

Con su amor trató de moverlo,
de aquel lecho de la abulia;
mas el Hombre agitó solo el cuerpo
que rindió ante la lujuria.

Con nobleza le enseñó
el valor de ser generoso,
y el Hombre ansió tanto el valor,
que se volvió codicioso.

Su apetito intentó saciarle,
con maná de cordura y templanza;
mas la gula heredó Dios al Hombre,
en Su sagrada venganza.

El Ángel desesperado
se hizo ejemplo del altruismo;
mas los celos roían al Hombre,
con le envidia y el egoísmo.

El Hombre anhelaba del Ángel
sus poderes y origen divino,
que él no podía arrancarles;
mas en eso Dios intervino.

Su voz llegó a los oídos
de los primeros hermanos,
Y a cambio de hacerlos divinos,
exigió un sacrificio en sus manos.

El mayor que era un labrador
entregó sus mejores granos,
sin embargo su cosecha,
fue un sacrificio en vano.

El menor que era solo un pastor
fue quien hizo un mejor sacrificio:
degolló a su mejor cordero,
disfrutando con el suplicio.

Y aquel que esperaba sereno,
el pasar de las estaciones,
germinó la maldad en su seno
y se entregó a sus acciones.

Concretó su mayor sacrificio,
que alcanzó todos los rincones,
sumiendo en las sombras al mundo
y eclipsando los corazones.

jueves, 9 de agosto de 2007

Ecos Perversos 10º poema "de las Cenizas y el Fénix"


Lucifer y los caídos
bajaron con los humanos
hasta el mundo destruido,
que carbonizó Su mano.

Ante aquella desolación,
se sintieron defraudados;
de darle su amor a Dios,
quien lo había despreciado.

Cada árbol que plantaron,
Su fuego lo incineró.
Cada grano que sembraron,
Su gula lo devoró.

Los océanos y el cielo
ahora rugían salvajes,
y en la Tierra los aludes
desbordaban por Su ultraje.

Miró el Lucero a su gente,
y luego empezó a brillar;
en la lluvia de cenizas,
que todo quería apagar.

Entre esa obscura penumbra,
es el Sol bajo las nubes;
que a todos ellos alumbra,
y que sus ánimos sube.

"Entiendo vuestro dolor,
mas no deben de entristecer.
Si él despreció nuestro amor,
no lo habría de merecer".

"Él asoló nuestro mundo,
sin ser capaz de vencer;
mas saldremos de lo profundo
para hacerlo florecer".

"Él no puede directamente
tocar este mundo finito,
sin arriesgarse a cambiar
Su carácter de infinito".

"La victoria del Señor
está en manos de Su hueste,
que en número es superior,
sin embargo no es más fuerte".

"Nos apartó de la hueste,
y lanzó Sus maldiciones;
mas en este mundo agreste
haremos siete legiones".

"Y aquellos que sobresalgan,
por éxito y devoción,
harán que sus logros valgan
ascendiendo en posición".

Con el más grande destello,
el líder de los caídos,
atrajo hacia él su castigo,
que la Tierra había sufrido.

Su luz se apagó al limpiar
este mundo destrozado,
y cayó convertido en cenizas
en un Edén renovado.

Aquellos que le seguían
creyeron haberle perdido;
pero las brazas ardían,
y llamas habían prendido.

Surgió como un ave de fuego,
el príncipe Lucifer,
a quien llamarían Fénix,
el que puede renacer.

Crearían siete bastiones,
para al hombre proteger;
guardados por las legiones,
que los harían crecer.

El primer bastión formado,
al mando de Lucifer,
cobijó a la legión dorada
en la ciudad del amanecer.

La metrópolis del alba
volaba siempre al oeste,
orbitando la Tierra entre el Sol,
y su luz le opacaba a éste.

La gente que vivió en ella
aprendió de los celestiales
a conocer las estrellas
y los viajes espaciales.

Y fue tal su maestría,
en el campo sideral,
que en el cosmos se sentían
en su ambiente natural.

El segundo bastión creado
fue la ciudad de cristal,
y la legión de diamante
fue su guardián celestial.

Pazuzu era quien reinaba
esta ciudad de los vientos,
que en un torbellino viajaba,
en un constante movimiento.

Gracias a éste gobernante
y a sus maestros aéreos,
muy pronto sus habitantes,
fueron alados y etéreos.

Volaban sobre las nubes,
en completa libertad,
y en el viento sus corazones
latían de felicidad.

Y una legión de acero,
la cual Kingu dirigía,
construyó el bastión tercero
en un volcán que no dormía.

En esta ciudad industrial,
los humanos aprendieron,
sobre el reino mineral,
y se hicieron ingenieros.

Trabajaban y estudiaban,
con gozo y dedicación;
y en su forja daban vida
a cada nueva creación.

Del metal fueron maestros,
y eruditos en la energía;
y en mecánica eran diestros
con las máquinas que hacían.

Azag, Thot y Yog Sothot
gobernaban en Babel,
sobre la legión de Mármol,
en la ciudad del saber.

La ciudad de los pilares,
por otros llamada Irem,
tenía las más altas torres
y las más bellas también.

La intuición de aquella gente
superaba su conocimiento,
y la exaltación de su mente
la hizo guardiana del pensamiento.

Podían ver bien el pasado
y atisbaban el futuro,
y querían saber del hado
para hacer un mundo seguro.

La quinta ciudad fundada,
de un tamaño colosal,
Atlántida fue nombrada
por la legión de Coral.

Los Ángeles Draconianos
de Kutulu y Tiamat
construyeron este reino
del cielo al lecho del mar.

En tritones y sirenas,
su gente se transformaba;
y nadaban con las ballenas
y con delfines jugaban.

Dominaban las corrientes
y los secretos del lugar,
y su atolón continente
era el gran faro del mar.

El sexto de los bastiones,
en un bosque primordial,
lo fundó la Legión de Roble
y su líder fue Shub Niggurath.

De los sabios celestiales,
aprendieron los humanos;
a cambiar en animales,
y cuidarlos como hermanos.

Cantaban con tal hermosura,
en medio de las cañadas;
que en la mágica espesura,
se convirtieron en hadas.

Como ninfas y como faunos,
bailaban alegres canciones,
celebrando cada año
el pasar de las estaciones.

Y la Legión de Marfil,
bajo el mando de Ereshkigal,
creó el último bastión
en el mundo espiritual.

En esa ciudad guardarían
las almas del hombre mortal,
que descansando esperarían
el momento de reencarnar.

El primero que allí vivió
era un niño abandonado,
a cuyos padres la guerra
en dos bandos había alejado.

En ellos representaba,
del amor amargo recuerdo,
y era tal el amor a su fe
que jamás llegarían a acuerdo.

En el desierto escarlata,
a su amor quisieron dar fin,
y a su hijo lo ofrendaron
ante el Pórtico Ganzir.

Se marcharon con el viento,
sin volverse a contemplar;
mas sus tristes sentimientos
conmovieron a Ereshkigal.

El ángel tomó a ese niño,
y le nombró Azif Al Danha;
que es el nombre del viento
que sopla en aquel lugar.

El niño creció entre ángeles,
y en el reino espiritual,
aprendió a dar forma a su alma
sólo con su voluntad.

De su hermosa salvadora,
con pasión se enamoró;
y su amor era tan fuerte,
que ella le correspondió.

Comprendí en aquel instante,
que en esos siete bastiones,
la fe de sus habitantes
daba fuerza a sus legiones.

Fue una época dorada,
de magia y prosperidad,
en que el Hombre con sus deseos
buscó la felicidad.

La guerra entre celestiales
fue una lucha filosofal,
con sus armas conceptuales
en el plano material.

He reencarnado mil veces,
y ahora logro recordar,
que mi alma estaría ligada
por siempre a la de Ereshkigal.

Ecos Perversos 9º poema "El ojo ,La voz ,y la Espada de Dios"


Bajé por las escaleras,
y volé por los siete umbrales
que separan a Nar Mattaru
del reino de los mortales.

Hubo un tiempo en que esas puertas
guardaron la entrada al Edén;
pero el castigo a la Gran Serpiente,
maldijo sus puertas también.

Los lalasu a mi alrededor
aullaban descontrolados;
mas los perversos idimmu
me acechaban con cuidado.

Esgrimí la espada de un ojo
y escaparon con terror.
Cuando todos se marcharon,
solo quedo Yog-Sothoth.

Un ángel de rango elevado,
fue en la orden estelar;
en sus alas brillaban mil soles,
girando en galaxia espiral.

Pasado, presente y futuro,
nada le era desconocido;
y tal como yo esperaba,
él sabía por qué había venido.

Me dijo Azif Al-Dahna,
has viajado hasta el Abismo;
buscando nuestra verdad,
pues contémplala por ti mismo.

Desplegó totalmente sus alas
y flotó por encima del mar.
Las aguas le obedecieron
y se empezaron a agitar.

El océano subterráneo
rugió en una tempestad,
y giraba en un remolino
que guiaba a su voluntad.

Observé en su oscura corriente
los sucesos del pasado,
que el Hombre ocultó en su mente
o piensa que ya ha olvidado.

Terminaba en el Paraíso
una noche de mil años,
en la que vivieron unidos
los ángeles con humanos.

Lucifer y los rebeldes
se habían insubordinado,
por amor a Adán y a Eva,
y jamás habían pecado.

Lentamente se extinguía
en el cielo el fuego lunar,
dejando en cenizas un mundo
que blanco tornó a brillar.

Humanos y celestiales
contemplaron al horizonte,
y vieron morir esa noche
con la luna caer tras un monte.

Un dorado resplandor
asomó de las montañas
cuando el Ojo del Señor
los miró por la mañana.

El sol estaba saliendo,
y del cielo descendía
la hueste castigadora,
que al Edén se dirigía.

Tres excelsos generales,
las miríadas dirigían,
y eran tantos los leales,
que hasta el cielo estremecían.

Los humanos se inquietaron
y temblaron de temor;
mas sus ángeles guardianes
los rodearon con valor.

El triunvirato celestial
descendió ante los caídos,
con un garbo señorial,
de los jueces imbuidos.

El primero que alzó su voz
dijo “mi nombre es Uriel,
yo soy el Ojo de Dios
y mi mirada es la de Él”

Era un príncipe del cosmos
y un señor de las estrellas.
Sus pupilas dos hoyos negros,
y la luz se perdía en ellas.

Su mirada fijó en los hombres,
y hasta ellos se dirigió;
les observó con paciencia
y luego se pronunció.

“Inocentes hijos de Dios,
Lucifer os ha engañado.
Renunciad a sus dones profanos,
que a pecar os ha instigado”.

“El Señor ha prometido
que todo será como antes,
si dejáis a estos rebeldes
y lo ponéis a Él por delante”.

El segundo en alzar su voz
dijo: “mi nombre es Gabriel,
yo soy la Espada de Dios
y mi fuerza es la de Él”.

Era un príncipe de la luz
y un señor del magma y la flama.
Sus alas eran de fuego,
y su estela era de llamas.

Voló hasta los insurrectos,
portando la espada de fuego.
Les miró brillante y perfecto,
y al Lucero le espetó luego.

“Lucifer has traicionado
al cielo y a tu Señor,
mostrándote a los humanos
y enseñándoles el amor”.

“No debíais despertarlos
ni entregarles la conciencia,
pues su fruto podía quemarlos
y robarles su inocencia”.

“Te ordeno en nombre de Dios
que no opongas resistencia,
pues a todos los rebeldes,
llevaré hasta Su presencia”.

“Y cual, si puedo saber”,
dijo el Lucero del Alba,
“es el destino que aguarda
al que se rinda a tu falda”.

Los ojos del ángel Gabriel
centellearon de incandescencia:
“al que ose oponerse a Él
su castigo es la inexistencia”.

“Amamos a Adán y a Eva,
y juramos defenderlos;
y si salvarlos le ofende a Él,
siento orgullo al protegerlos”.

Los ángeles insurgentes
se formaron a su lado,
con postura de valientes,
pues estaban desarmados.

El ángel Ereshkigal
entonó una gallarda canción
que los caídos hicieron réquiem,
y a los leales caló de emoción.

Se encontraban superados
en número y posición;
mas no estaban derrotados
en valor y decisión.

El arcángel de la luz
se plantó ante lucifer,
era ahora un general,
y ya no el siervo de ayer.

“Me avergüenzan sus palabras
y su insolente niñería.
Ya han llamado su atención,
no es eso lo que querían”.

Lucifer le vio seriamente
y le dijo con voz celestial:
“Sois un ángel prepotente
y tu soberbia es sideral”.

“No veis mas que lo evidente
y te cegáis a lo esencial;
aunque seas omnipotente
no sabéis a qué golpear”.

Hasta la órbita de Adar,
voló la espada de Dios;
no tardó medio segundo
y entonces se devolvió.

La ira de aquel Igigi
dejó atrás su resplandor,
volando para borrar
las afrentas al creador.

Los caídos siguieron su réquiem,
y el lucero se puso ante ellos.
Los humanos vencieron el miedo,
y su fe la pusieron en ellos.

Con sus voces Ereshkigal,
le dio una forma al arrojo;
creando un arma sin igual,
que llamó la Espada de un Ojo.

Con fe la lanzó al lugar
del choque entre las estrellas;
Lucifer la asió justo a tiempo,
y detuvo a Gabriel con ella.

Fue tal el poder del impacto,
y la respuesta tan sorpresiva,
que a Gabriel dejó estupefacto
con la increíble onda expansiva.

En aquel golpe se decidió
la victoria en ese duelo;
empero su fuego incendió:
el cielo, los mares y el suelo.

Entre rebeldes y leales
resguardaron el Edén,
salvando a sus habitantes,
de arder en llamas también.

Por fin tomó la palabra
el siguiente en la trinidad;
apenas sus labios abrió,
se estremeció la realidad.

El tercero que alzó su voz
Susurró: “Yo soy Mikael,
nombrado la voz de Dios,
y mi palabra es la de él”.

Era un príncipe del cielo
y un señor de vendavales.
Su aliento invocaba al viento
y ordenaba los temporales.

Le dijo “detente” a Gabriel
“El Lucero te ha vencido.
El Hombre ha confiado en él;
mas aún no ha decidido”.

Voló sobre adán y Eva
con sus alas de torbellino,
y tranquilizó sus mentes,
soplando su aliento divino.

El padre de todos los hombres
le dijo al Ángel Mikael:
“Tu dices hablar en su nombre
y¿ por qué no ha venido él?”.

“Si quiero hablar con un hijo,
yo no envío a otro pariente;
hacia él mismo me dirijo,
y le hablo claramente”.

“Rebeldes llamáis a aquellos,
que todo lo han arriesgado,
por mostrarnos lo más bello
que sus almas han creado”.

“A nosotros han venido
con amor y devoción,
y ustedes con amenazas
de castigo y destrucción”.

“Aprendí a ser padre con ellos,
y con ellos fui un creador;
y vi que en mis sentimientos
no había sólo un amor”.

“Adoramos al altísimo,
como Dios y creador,
y amamos a cada padre,
como ejemplo y preceptor”.

“ No queremos ser la causa
de disputas celestiales;
sino que elegir libres
y por propios ideales”.

“Un hijo no es un espejo,
al que obligas a reflejarte,
sino una ventana al futuro,
donde sueñas a perpetuarte”.

Luego de las palabras
del padre de la humanidad;
sólo un tercio de sus hijos
se marchó con la trinidad.

A excepción de Adán y Eva,
el resto de los humanos
optó por sus protectores
y aprender de lo profano.

Un suspiro de Mikael
desató a mil huracanes;
y para dictar Su sentencia,
su voz despertó a los volcanes.

Siete castigos al ángel,
le impuso a través de los hombres.
Uno por casa rebelde,
a quienes cambió su nombre..

Cada uno de sus dones
los hizo una maldición;
y aunque al hombre coronaran,
traerían su perdición.

Los ángeles de la hueste
protegieron a los leales
del castigo de su voz
y sus sílabas fatales.

“Su crueldad he conocido,
y habrán de llamarme hereje;
aunque yo no olvide el sonido
que sacó el mundo de su eje”.

“Vi a la Tierra sangrando fuego
por miles de venas abiertas;
y, ahogada en cenizas calientes,
toser hasta caer muerta”.

Los ángeles de ambos bandos
se miraron con tristeza,
pues la guerra comenzaría
y lucharían con fiereza.

Quise apartar la mirada,
y no ver la guerra atroz;
pero contuve el impulso
fijándome en Yog Sothoth.

Él me dijo que la maldad
todavía no aparecía,
sin embargo en su castigo,
la semilla se escondía.